jueves, 21 de enero de 2016

breve tratado sobre la ilusión

domingo 17 de diciembre
Snoopy and Charly Brown: The peanuts movie
de Steve Martino

Finalmente una película del tremendo clásico del cómic que es Snoopy y Charly Brown. Una película no solo apta -ideal- para niños sino que una película divertida, emocionante y hasta necesaria para adultos. Y no porque los ahora adultos hayamos disfrutado con las tiras creadas por Charles M. Schulz o con la serie de dibujos animados en nuestra infancia, o no únicamente. Sino además porque al entrar en el mundo de los peanuts, podemos confrontar el mundo adulto en el que vivimos con aquel reino perdido donde todavía la ingenuidad de los niños, y la de Charly Brown en particular, era a fin de cuentas más una fortaleza que una debilidad. Porque nos hace necesariamente preguntarnos, como adultos, por nuestras aspiraciones, por nuestros "logros", por cuestiones que parecen incluso pasadas de moda como los valores, la ética, la moral. Porque el pequeño Carlitos, de 6 años, es -como  le dice Lucy- un ingenuo. Se levanta todos los días de su cama con una esperanza (volar una cometa, ganar en el béisbol, hablarle a la niña pelirroja) por mucho que el día anterior hubiese fracasado rotundamente en sus anhelos. Pero Carlitos es de los que no se rinden, ninguno tan "emprendedor" como él. Impelido por su tesón, sigue los pasos propuestos por un libro de autoayuda para ser un "winner", no obstante nada de esto le da resultados. Carlitos mete la pata en muchas ocasiones (claro, es un niño), pero cuando no mete la pata después de denodados esfuerzos y está a punto de conseguir sus metas, algo pasa y jamás las consigue. ¿Qué pasa? Pasa que Carlitos opta. Toma decisiones que, lejos de llevarlo a la gloria, suelen dejarlo sin pan ni pedazo. Porque estas decisiones se contraponen, en última instancia, con sus ideales sobre la verdad, la amistad, el amor. Pudiendo decidir egoístamente, pudiendo aprovecharse de algunas circunstancias para beneficiarse, Charly
Brown actúa "ingenuamente", actúa de acuerdo a su conciencia de niño aún no corrompida por ese mundo adulto y ajeno que se adivina tras las características voces ininteligibles y fuera de campo de los padres o profesores de los peanuts. Y como todos los personajes -salvo Snoopy y el pajarito Woodstock- son niños, en el complejo y a la vez simple universo infantil creado por Schulz, no hay maldad, quizás travesuras como las de Lucy quitándole el balón a Charly Brown cuando éste está a punto de patearlo, pero no hay malos, no hay antagonistas. Es, más bien, una pelea consigo mismo la que da a cada rato Charly Brown. Una pelea contra su timidez, contra su mala suerte, contra la extraña exigencia del entorno de que hay que ser un ganador a toda costa, y esa pelea la da sin tregua. Quizás no llegue a ser un ganador, "but I'm not a quitter", se dice a sí mismo. No renuncia, no se da por vencido.
En la película, como también en los cómics, Carlitos se enamora de la chica nueva de su clase, una pelirroja que encima se ha mudado enfrente de su casa. No se atreve a hablare aunque hace toda clase de sacrificios para que ella se fije en él. Todo, por supuesto, le sale mal, sin embargo Carlitos no pierde la ilusión. Y si algo gana, al final de la historia, es sobre todo eso: ilusión. Y para él es más que suficiente. Más que glorias, más que logros y éxito, lo que lo sostiene es precisamente la ilusión. Y esta premisa, para los adultos de hoy y de hace cincuenta años, resulta toda una declaración de principios, una sutil crítica al modelo social impulsado por Estados Unidos y el capitalismo basado en resultados, en el "todo vale" con tal de obtener beneficios, en la persecusión inescrupulosa de ascensos, de éxito y reconocimiento. Así, el "fracasado" de Carlitos, su imaginativo perro Snoopy y su pandilla de amigos vuelven, en una estupenda y respetuosa versión cinematográfica de la obra de Schulz, para recordarnos que alguna vez fuimos niños y que el mundo que le dejamos a los que ahora lo son es, bien mirado, una vergüenza, y la responsabilidad es solamente nuestra. Por esto también es una película necesaria, por lo revolucionaria que resulta bajo su apariencia inocua. 
En la contratapa de una de las tiras cómicas que se editaron en España en los ochentas, y que compré de segunda mano hace pocos días, se lee: "Si sueñas despierto te pueden ocurrir cosas como a Carlitos".   
Tal vez no esté demás, entonces, soñar despierto más a menudo.

 

miércoles, 20 de enero de 2016

el horror, la ofensa

Jueves 14 de dicembre

Au hasard Balthazar

de Robert Bresson



Por mucho que esté inspirada en El idiota de Dostoievski, que esté construida desde una rigurosa idea jansenista o que esté considerada una de las mejores películas de la historia del cine,ver Au hasard Balthazar es una experiencia horrenda y ofensiva. Horrenda por lo que se nos muestra que le ocurre al protagonista, un burro bautizado Baltazar, quien desde que es capturado en su infancia por Marie, la otra protagonista o contrapunto humano al devenir del animal, sufrirá toda clase de vejaciones perpetradas por los humanos que sucesivamente serán sus amos, hasta morir en una montaña, que es también donde fue encontrado por Marie cuando era una niña al comienzo de la película. Durante su vida, el asno aguanta como puede las brutalidades a las que es sometido: le dan patadas, lo hieren, lo hacen cargar peso y tirar de carruajes, trabajar en un circo. Ok, es la vida de un burro la que Bresson quiere contar, o la de un burro en 1966 -fecha de estreno de la película- en el campo francés; éste es el contexto. Y los burros encarnan como ningún otro animal la idea de la resistencia, del estoicismo; su única arma frente a las hostilidades es el tesón, es aguantar. Ok, quizás Bresson quiso, como he leído por ahí, en Internet, reflejar las distintas etapas en la vida de un burro: infancia, juventud, adultez y vejez; o bien los siete pecados capitales (que cometen los humanos, no el burro, aunque éste sea el mayor perjudicado). Pero, conscientes o no de estas hipótesis teóricas, lo que vemos de principio a fin en la pantalla es a un animal maltratado por hombres y mujeres, campesinos, vagabundos, dueños de circo, repartidores de mercancía, todos invariablemente abyectos y crueles, inverosímilmente estúpidos. Por esto, por el espectáculo de violencia exhibida contra este animal, es que es una película horrenda, que provoca rabia y un malestar que se torna apenas soportable, como si Bresson quisiera someter, además de al burro, al público a una paliza, con la diferencia de que uno siempre puede salirse de la sala, y yo estuve a punto -y debí- de hacerlo, y el burro no. Y además es una película ofensiva, porque este horror es mostrado con el característico rigor formal de las películas del director (economía de recursos, tono documental, búsqueda de realismo y naturalidad y la no utilización de actores sino de "modelos", donde el burro sería el modelo ideal), pero el resultado es completamente carente de verosimilitud, rayano en el absurdo. El comportamiento de Marie, sin ir más lejos, es inconcebible: se enamora o se somete a un pandillero que no hace más que humillarla. En un ejemplo de hasta dónde puede ser ridícula una película, el mismo pandillero se burla en una escena del carruaje tirado por el burro, por lo anticuado, y después se queda embelesado mirando a un automóvil que pasa velozmente y se estrella al llegar a una esquina; detrás de este coche, pasa otro que ¡también se estrella en el mismo lugar! La escena no es cómica, supongo que pretende poner de manifiesto el mundo rural versus el moderno, pero los choques de los automóviles son incomprensibles, como si fuesen un gag, inexplicables como casi todo el comportamiento de los humanos que desfilan por la película. Todo es horrendo, todo es chocante e insensato, el único que no es un completo imbécil en la película es el burro, además de un buen chico que se enamoró en la infancia de Marie y que la pretende en la adultez aunque ésta, por supuesto (porque es idiota), lo desprecie. Las caras de los espectadores cuando se encendieron las luces en la sala uno de la filmoteca, después de asistir a un sostenido retrato de la maldad humana, eran elocuentes, reflejaban asco y malestar, incomodidad. Y tal vez, como yo, cero comprensión: ¿cómo este largometraje impúdico e inmoral, de pésimo gusto, pudo haber sido y es considerado una gran película, para algunos una obra maestra? Bueno, hace no demasiados años el director danés Lars Von Trier perpetró un par de películas cargadas de mala leche que cosecharon alabanzas y ditirambos por doquier: Los idiotas (1998) y Dancer in the dark (2000), pese a ser tan desagradables y abominables, tan incoherentes y revulsivas como esta Au hasard Balthazar del francés, así que tampoco tendría que extrañarme tanto que, en los años sesentas, también hubiesen críticos snobs, "hispters" según la nomenclatura actual, que de tan "extravagantes" y "especiales" y "serios" y "sensibles a la fealdad" que eran ensalzasen un esperpento no solo pesimista y sombrío sino ridículo y alejado de cualquier correspondencia con la realidad como esta película.

miércoles, 13 de enero de 2016

juana a los 19

martes 12 de diciembre
El proceso de Juana de Arco
de Robert Bresson

¿Qué hace que un personaje tenga interés? Posible respuesta: que refleje rasgos de la condición humana y por eso nos concierna, pero que al mismo tiempo su vida, su comportamiento y sus anhelos o aspiraciones resulten, por lo menos para el personaje, extraordinarias. Ejemplo: Juana de Arco se fue de su casa a los 16 años, decía escuchar voces (¿de Dios, era esquizofrénica?), sus circunstancias fueron una guerra anglo-francesa a comienzos del siglo XV, así que luchó, fue gravemente herida y sobrevivió, lo cual alimentó la leyenda, encima vestía con ropas de hombre, encima fue capturada y sentenciada a muerte; esto la lleva a desdecirse en un tribunal sobre las voces que decía escuchar, pero ¿simplemente confiesa la verdad o dice lo que dice movida por el miedo a morir? De todas formas, es quemada en una hoguera, muere joven, se transforma en mártir. ¿Es necesario, entonces, que para interesar el personaje se transforme? ¿En qué? ¿En mártir, en héroe, en antihéroe? 
En la película Procès de Jeanne d'Arc (1962), Robert Bresson se centra en el proceso, como indica su título, y no en la épica previa que llevó a Juana ante esas últimas instancias de su vida. Bresson aborda el juicio hecho contra ella ante un tribunal, cuando tenía 19 años. Una mujer es apresada y condenada, además de repudiada por la moral imperante de su tiempo, tal como en Un condenado a muerte se ha escapado. ¿Por qué Juana de Arco resulta todavía hoy controversial? En último término, por sus palabras. Bresson advierte que la película está hecha sobre las actas del proceso que Juana enfrentó en Rouen, o sea sobre la base de las declaraciones de la propia Juana, que más que explicar sus visiones, más que explicarse a sí misma, ofrece en ellas una honda dimensión humana del misterio del que estamos hechos. 
¿Qué voces escuchan los personajes de este siglo? Adivino que la de los seres cercanos (familia, pareja, amigos), la de las personas circunstanciales (compañeros de trabajo, conocidos), la de los medios de comunicación (Internet..., ¿televisión, radio?), la voz de las películas y libros y pinturas que consumen, la voz de la música que escuchan, la voz interior, la voz esquiva de la conciencia.
La "ingenua alquimia de sus sentidos", como diría el propio Bersson de Juana, arrastra así a los personajes, hoy y antes, a unos hechos que no siempre adquieren un sentido cabal y que, si llegan a verse claros, al final, es siempre demasiado tarde, cuando ya no importa, o muy poco, apenas para ellos mismos. A no ser que se conviertan, con el tiempo, en leyenda.

martes, 12 de enero de 2016

primeras películas del año


viernes 1 de diciembre
La academia de las musas
de José Luis Guerín

Primer día del año, día de estrenos en la cartelera madrileña. La nueva película del catalán José Luis Guerín se toma literalmente la palabra a través de unos personajes que casi no dejan de hablar durante una hora y media, especialmente sobre literatura, libros y amor. Un profesor de filología suelta a sus alumnas sus teorías sobre la creación poética, las musas, los sonetos y su influencia en el mundo, y también pone en práctica estas teorías con algunas de ellas. ¿Qué hay detrás de las muchas palabras vertidas aquí? Una suerte de melodrama que, sin embargo, no cae en lo melodramático, una suerte de documental con no actores -el profesor es un profesor y las alumnas son alumnas- que, sin embargo, es una ficción. Algo así como el reverso de su anterior película En la ciudad de Silvia (2007), donde Guerín eludió los diálogos para mostrar  -sobre todo, mostrar- más o menos lo mismo: la pasión amorosa, solo que acá vemos y escuchamos el movimiento del pensamiento de unos personajes que al mismo tiempo se esconden y se ponen en evidencia al usar las palabras, en ello radica su poder. Pero importa cómo están mostradas estas palabras: las del profesor en el aula frente a sus alumnas (el espacio público, digamos), directamente. Y las del profesor fuera del aula en diálogo con sus alumnas o su mujer (el espacio privado, digamos) ya sea dentro de un coche, en un restaurante o en una habitación, a través de un vidrio o de ventanas que reflejan el entorno, un fuera de campo infiltrado pero discreto que se mezcla y se funde con este profesor, con estas alumnas, con cada espectador, de cierto modo, para al final cubrirse todo de una lluvia capaz de silenciar cualquier palabra.



jueves 7 de diciembre
El puente de los espías
de Steven Spielberg

La historia de un hombre firme, de un abogado que cree en la constitución estadounidense y no se deja doblegar. Una película hecha con suficiente presupuesto, con las reglas del cine bien aplicadas y con Spielberg al frente, pero una película unívoca y patriotera, sin la más pequeña zona de misterio o doblez en sus personajes. El que interpreta Tom Hanks, va -digamos- de un punto A a otro B; entre tanto, le ocurren cosas, pero éstas no lo hacen ver ni el mundo diferente ni lo hacen pensar distinto, ya que es un hombre firme. Todo se cierra, todo se entiende, todo bien, pero cuando todo tiene una sola dimensión resulta difícil que algo se quede a la salida del cine, cuando la calle misma es suficiente para borrar de un plumazo y para siempre lo visto instantes atrás. 



viernes 8 de diciembre
Un condenado a muerte se ha escapado
de Robert Bresson

Después de tres meses cerrada, la mítica y azulada sala uno de la filmoteca reabrió este año con un gran ciclo sobre Bresson. La película exhibida hoy, de 1956, es -como reza su título- sobre un hombre condenado a muerte y encarcelado que se escapa. Por lo tanto, de un hombre y su habitación: una habitación de tres por dos metros. Por lo tanto, de un hombre y sus ganas de salir de allí, de ser libre. Por lo tanto, de un hombre, de su espera y su evasión "para no pensar", de un hombre y su plan de escape, de su escapada. 
Hay un contexto, la ocupación nazi en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, pero lo que vemos son paredes, puertas, un catre, una pequeña y cuadrada abertura con barrotes en la pared, y a este hombre -sus ojos, sus manos- con la convicción de huir, urdiendo tentativas y corriendo riesgos mientras los demás apresados se resignan o rezan o se impacientan. 
Este hombre persevera, aguarda con paciencia, corre moderados riesgos -moderados considerando que está condenado a muerte- y  consigue huir. Al final de su escapada, al fin en la calle, se aleja caminando junto a otro muchacho que huyó con él, adentrándose ambos en la noche, en una suerte de tinieblas tan poco promisorias como las paredes de las que acababan de escapar. 
Eso es todo, los hechos "sin adornos", como anuncia el propio Bresson al comienzo de esta crónica sobre una fuga. Y podemos sentirnos aludidos e implicados, todavía hoy, al ver la película, tal vez porque todos estamos condenados a lo mismo y todos aspiramos a la libertad -a una cierta libertad, de la clase que sea-, aunque esta libertad no esté hecha, a fin de cuentas, más que de pura y opaca incertidumbre. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

climas

Diciembre corre rápido y las calles y las tiendas están abarrotadas de gente que se empuja, se habla a los gritos y tropiezan unos con otros. Otra navidad en Madrid. En las inmediaciones de Plaza España se apostan temibles contingentes policiales con ametralladoras en ristre a la caza de islamistas a punto estallar, supongo. Alzo la vista hacia la decoración navideña de la Gran Vía: figuras eléctricas como copos de nieve destellan colores verdes, amarillos y azules, y se mezclan con los rostros de candidatos políticos en plena campaña electoral estampados en carteles que adornan paredes, semáforos y postes de luz. Camino intentando evitar las multitudes,  las estatuas humanas, los vendedores de falsificaciones y las bolsas plásticas que cargan los paseantes abultando las veredas. Me adentro al fin en algunas calles de La latina y del Madrid de los Austria, a esta hora apenas transitadas. Crujen las hojas otoñales bajo mis pisadas, hojas rojas y amarillas que se niegan aún a dar real cabida al invierno; los días tienden a ser soleados, despejados, sin el frío de otros años a estas alturas. Me pregunto por este desplazamiento de las estaciones. Por los desplazamientos. Por el equilibrio como improbable meta en unos tiempos desmesurados, compulsivos e indiferentes, tiempos tibios que a ratos me dejan helado.