domingo 17 de diciembre
Snoopy and Charly Brown: The peanuts movie
de Steve Martino
Finalmente una película del tremendo clásico del cómic que es Snoopy y Charly Brown. Una película no solo apta -ideal- para niños sino que una película divertida, emocionante y hasta necesaria para adultos. Y no porque los ahora adultos hayamos disfrutado con las tiras creadas por Charles M. Schulz o con la serie de dibujos animados en nuestra infancia, o no únicamente. Sino además porque al entrar en el mundo de los peanuts, podemos confrontar el mundo adulto en el que vivimos con aquel reino perdido donde todavía la ingenuidad de los niños, y la de Charly Brown en particular, era a fin de cuentas más una fortaleza que una debilidad. Porque nos hace necesariamente preguntarnos, como adultos, por nuestras aspiraciones, por nuestros "logros", por cuestiones que parecen incluso pasadas de moda como los valores, la ética, la moral. Porque el pequeño Carlitos, de 6 años, es -como le dice Lucy- un ingenuo. Se levanta todos los días de su cama con una esperanza (volar una cometa, ganar en el béisbol, hablarle a la niña pelirroja) por mucho que el día anterior hubiese fracasado rotundamente en sus anhelos. Pero Carlitos es de los que no se rinden, ninguno tan "emprendedor" como él. Impelido por su tesón, sigue los pasos propuestos por un libro de autoayuda para ser un "winner", no obstante nada de esto le da resultados. Carlitos mete la pata en muchas ocasiones (claro, es un niño), pero cuando no mete la pata después de denodados esfuerzos y está a punto de conseguir sus metas, algo pasa y jamás las consigue. ¿Qué pasa? Pasa que Carlitos opta. Toma decisiones que, lejos de llevarlo a la gloria, suelen dejarlo sin pan ni pedazo. Porque estas decisiones se contraponen, en última instancia, con sus ideales sobre la verdad, la amistad, el amor. Pudiendo decidir egoístamente, pudiendo aprovecharse de algunas circunstancias para beneficiarse, Charly Brown actúa "ingenuamente", actúa de acuerdo a su conciencia de niño aún no corrompida por ese mundo adulto y ajeno que se adivina tras las características voces ininteligibles y fuera de campo de los padres o profesores de los peanuts. Y como todos los personajes -salvo Snoopy y el pajarito Woodstock- son niños, en el complejo y a la vez simple universo infantil creado por Schulz, no hay maldad, quizás travesuras como las de Lucy quitándole el balón a Charly Brown cuando éste está a punto de patearlo, pero no hay malos, no hay antagonistas. Es, más bien, una pelea consigo mismo la que da a cada rato Charly Brown. Una pelea contra su timidez, contra su mala suerte, contra la extraña exigencia del entorno de que hay que ser un ganador a toda costa, y esa pelea la da sin tregua. Quizás no llegue a ser un ganador, "but I'm not a quitter", se dice a sí mismo. No renuncia, no se da por vencido.
En la película, como también en los cómics, Carlitos se enamora de la chica nueva de su clase, una pelirroja que encima se ha mudado enfrente de su casa. No se atreve a hablare aunque hace toda clase de sacrificios para que ella se fije en él. Todo, por supuesto, le sale mal, sin embargo Carlitos no pierde la ilusión. Y si algo gana, al final de la historia, es sobre todo eso: ilusión. Y para él es más que suficiente. Más que glorias, más que logros y éxito, lo que lo sostiene es precisamente la ilusión. Y esta premisa, para los adultos de hoy y de hace cincuenta años, resulta toda una declaración de principios, una sutil crítica al modelo social impulsado por Estados Unidos y el capitalismo basado en resultados, en el "todo vale" con tal de obtener beneficios, en la persecusión inescrupulosa de ascensos, de éxito y reconocimiento. Así, el "fracasado" de Carlitos, su imaginativo perro Snoopy y su pandilla de amigos vuelven, en una estupenda y respetuosa versión cinematográfica de la obra de Schulz, para recordarnos que alguna vez fuimos niños y que el mundo que le dejamos a los que ahora lo son es, bien mirado, una vergüenza, y la responsabilidad es solamente nuestra. Por esto también es una película necesaria, por lo revolucionaria que resulta bajo su apariencia inocua.
En la contratapa de una de las tiras cómicas que se editaron en España en los ochentas, y que compré de segunda mano hace pocos días, se lee: "Si sueñas despierto te pueden ocurrir cosas como a Carlitos".
Tal vez no esté demás, entonces, soñar despierto más a menudo.
Snoopy and Charly Brown: The peanuts movie
de Steve Martino
Finalmente una película del tremendo clásico del cómic que es Snoopy y Charly Brown. Una película no solo apta -ideal- para niños sino que una película divertida, emocionante y hasta necesaria para adultos. Y no porque los ahora adultos hayamos disfrutado con las tiras creadas por Charles M. Schulz o con la serie de dibujos animados en nuestra infancia, o no únicamente. Sino además porque al entrar en el mundo de los peanuts, podemos confrontar el mundo adulto en el que vivimos con aquel reino perdido donde todavía la ingenuidad de los niños, y la de Charly Brown en particular, era a fin de cuentas más una fortaleza que una debilidad. Porque nos hace necesariamente preguntarnos, como adultos, por nuestras aspiraciones, por nuestros "logros", por cuestiones que parecen incluso pasadas de moda como los valores, la ética, la moral. Porque el pequeño Carlitos, de 6 años, es -como le dice Lucy- un ingenuo. Se levanta todos los días de su cama con una esperanza (volar una cometa, ganar en el béisbol, hablarle a la niña pelirroja) por mucho que el día anterior hubiese fracasado rotundamente en sus anhelos. Pero Carlitos es de los que no se rinden, ninguno tan "emprendedor" como él. Impelido por su tesón, sigue los pasos propuestos por un libro de autoayuda para ser un "winner", no obstante nada de esto le da resultados. Carlitos mete la pata en muchas ocasiones (claro, es un niño), pero cuando no mete la pata después de denodados esfuerzos y está a punto de conseguir sus metas, algo pasa y jamás las consigue. ¿Qué pasa? Pasa que Carlitos opta. Toma decisiones que, lejos de llevarlo a la gloria, suelen dejarlo sin pan ni pedazo. Porque estas decisiones se contraponen, en última instancia, con sus ideales sobre la verdad, la amistad, el amor. Pudiendo decidir egoístamente, pudiendo aprovecharse de algunas circunstancias para beneficiarse, Charly Brown actúa "ingenuamente", actúa de acuerdo a su conciencia de niño aún no corrompida por ese mundo adulto y ajeno que se adivina tras las características voces ininteligibles y fuera de campo de los padres o profesores de los peanuts. Y como todos los personajes -salvo Snoopy y el pajarito Woodstock- son niños, en el complejo y a la vez simple universo infantil creado por Schulz, no hay maldad, quizás travesuras como las de Lucy quitándole el balón a Charly Brown cuando éste está a punto de patearlo, pero no hay malos, no hay antagonistas. Es, más bien, una pelea consigo mismo la que da a cada rato Charly Brown. Una pelea contra su timidez, contra su mala suerte, contra la extraña exigencia del entorno de que hay que ser un ganador a toda costa, y esa pelea la da sin tregua. Quizás no llegue a ser un ganador, "but I'm not a quitter", se dice a sí mismo. No renuncia, no se da por vencido.
En la película, como también en los cómics, Carlitos se enamora de la chica nueva de su clase, una pelirroja que encima se ha mudado enfrente de su casa. No se atreve a hablare aunque hace toda clase de sacrificios para que ella se fije en él. Todo, por supuesto, le sale mal, sin embargo Carlitos no pierde la ilusión. Y si algo gana, al final de la historia, es sobre todo eso: ilusión. Y para él es más que suficiente. Más que glorias, más que logros y éxito, lo que lo sostiene es precisamente la ilusión. Y esta premisa, para los adultos de hoy y de hace cincuenta años, resulta toda una declaración de principios, una sutil crítica al modelo social impulsado por Estados Unidos y el capitalismo basado en resultados, en el "todo vale" con tal de obtener beneficios, en la persecusión inescrupulosa de ascensos, de éxito y reconocimiento. Así, el "fracasado" de Carlitos, su imaginativo perro Snoopy y su pandilla de amigos vuelven, en una estupenda y respetuosa versión cinematográfica de la obra de Schulz, para recordarnos que alguna vez fuimos niños y que el mundo que le dejamos a los que ahora lo son es, bien mirado, una vergüenza, y la responsabilidad es solamente nuestra. Por esto también es una película necesaria, por lo revolucionaria que resulta bajo su apariencia inocua.
En la contratapa de una de las tiras cómicas que se editaron en España en los ochentas, y que compré de segunda mano hace pocos días, se lee: "Si sueñas despierto te pueden ocurrir cosas como a Carlitos".
Tal vez no esté demás, entonces, soñar despierto más a menudo.