miércoles, 20 de enero de 2016

el horror, la ofensa

Jueves 14 de dicembre

Au hasard Balthazar

de Robert Bresson



Por mucho que esté inspirada en El idiota de Dostoievski, que esté construida desde una rigurosa idea jansenista o que esté considerada una de las mejores películas de la historia del cine,ver Au hasard Balthazar es una experiencia horrenda y ofensiva. Horrenda por lo que se nos muestra que le ocurre al protagonista, un burro bautizado Baltazar, quien desde que es capturado en su infancia por Marie, la otra protagonista o contrapunto humano al devenir del animal, sufrirá toda clase de vejaciones perpetradas por los humanos que sucesivamente serán sus amos, hasta morir en una montaña, que es también donde fue encontrado por Marie cuando era una niña al comienzo de la película. Durante su vida, el asno aguanta como puede las brutalidades a las que es sometido: le dan patadas, lo hieren, lo hacen cargar peso y tirar de carruajes, trabajar en un circo. Ok, es la vida de un burro la que Bresson quiere contar, o la de un burro en 1966 -fecha de estreno de la película- en el campo francés; éste es el contexto. Y los burros encarnan como ningún otro animal la idea de la resistencia, del estoicismo; su única arma frente a las hostilidades es el tesón, es aguantar. Ok, quizás Bresson quiso, como he leído por ahí, en Internet, reflejar las distintas etapas en la vida de un burro: infancia, juventud, adultez y vejez; o bien los siete pecados capitales (que cometen los humanos, no el burro, aunque éste sea el mayor perjudicado). Pero, conscientes o no de estas hipótesis teóricas, lo que vemos de principio a fin en la pantalla es a un animal maltratado por hombres y mujeres, campesinos, vagabundos, dueños de circo, repartidores de mercancía, todos invariablemente abyectos y crueles, inverosímilmente estúpidos. Por esto, por el espectáculo de violencia exhibida contra este animal, es que es una película horrenda, que provoca rabia y un malestar que se torna apenas soportable, como si Bresson quisiera someter, además de al burro, al público a una paliza, con la diferencia de que uno siempre puede salirse de la sala, y yo estuve a punto -y debí- de hacerlo, y el burro no. Y además es una película ofensiva, porque este horror es mostrado con el característico rigor formal de las películas del director (economía de recursos, tono documental, búsqueda de realismo y naturalidad y la no utilización de actores sino de "modelos", donde el burro sería el modelo ideal), pero el resultado es completamente carente de verosimilitud, rayano en el absurdo. El comportamiento de Marie, sin ir más lejos, es inconcebible: se enamora o se somete a un pandillero que no hace más que humillarla. En un ejemplo de hasta dónde puede ser ridícula una película, el mismo pandillero se burla en una escena del carruaje tirado por el burro, por lo anticuado, y después se queda embelesado mirando a un automóvil que pasa velozmente y se estrella al llegar a una esquina; detrás de este coche, pasa otro que ¡también se estrella en el mismo lugar! La escena no es cómica, supongo que pretende poner de manifiesto el mundo rural versus el moderno, pero los choques de los automóviles son incomprensibles, como si fuesen un gag, inexplicables como casi todo el comportamiento de los humanos que desfilan por la película. Todo es horrendo, todo es chocante e insensato, el único que no es un completo imbécil en la película es el burro, además de un buen chico que se enamoró en la infancia de Marie y que la pretende en la adultez aunque ésta, por supuesto (porque es idiota), lo desprecie. Las caras de los espectadores cuando se encendieron las luces en la sala uno de la filmoteca, después de asistir a un sostenido retrato de la maldad humana, eran elocuentes, reflejaban asco y malestar, incomodidad. Y tal vez, como yo, cero comprensión: ¿cómo este largometraje impúdico e inmoral, de pésimo gusto, pudo haber sido y es considerado una gran película, para algunos una obra maestra? Bueno, hace no demasiados años el director danés Lars Von Trier perpetró un par de películas cargadas de mala leche que cosecharon alabanzas y ditirambos por doquier: Los idiotas (1998) y Dancer in the dark (2000), pese a ser tan desagradables y abominables, tan incoherentes y revulsivas como esta Au hasard Balthazar del francés, así que tampoco tendría que extrañarme tanto que, en los años sesentas, también hubiesen críticos snobs, "hispters" según la nomenclatura actual, que de tan "extravagantes" y "especiales" y "serios" y "sensibles a la fealdad" que eran ensalzasen un esperpento no solo pesimista y sombrío sino ridículo y alejado de cualquier correspondencia con la realidad como esta película.

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